En nuestro Modelo, hemos redefinido la estructura tradicional de la escuela secundaria, transitando de los cinco cursos graduados por edad cronológica a un sistema de dos etapas o ciclos: un Ciclo Básico y un Ciclo Superior. Esta decisión pedagógica se fundamenta en la búsqueda de una educación más fluida, personalizada y efectiva, que potencie las características de nuestro modelo y responda de manera más pertinente a las necesidades de los estudiantes del siglo XXI.
La división en ciclos (Básico: 1.º y 2.º año; superior: 3.º, 4.º y 5.º año) elimina la rigidez de la progresión lineal por edad, facilitando una mayor flexibilidad y personalización del aprendizaje. En el modelo tradicional, un estudiante que no alcanzaba un logro en un área específica quedaba "relegado" a repetir un año completo, perdiendo la oportunidad de avanzar en otras áreas donde sí tenía fortalezas. Con nuestro sistema de ciclos, el foco está en la obtención de créditos por la demostración de competencias específicas. Esto significa que los estudiantes pueden avanzar a su propio ritmo en los distintos proyectos, acumulando créditos a medida que dominan los logros concretos requeridos para cada ciclo, sin la necesidad de repetir un año completo por una dificultad puntual. Esta estructura se alinea directamente con nuestro enfoque de que "para todos" no significa "lo mismo para todos", permitiendo trayectorias más adaptadas a la realidad de cada uno.
La convivencia de estudiantes de diferentes edades cronológicas dentro del mismo ciclo en los proyectos enriquece enormemente la experiencia de trabajo colaborativo. Esta heterogeneidad etaria genera un ambiente de liderazgo distribuido natural, donde los estudiantes mayores pueden actuar como mentores pares, compartiendo su experiencia y conocimientos con los más jóvenes. A su vez, los estudiantes más jóvenes se benefician de la perspectiva y habilidades de sus compañeros mayores, lo que promueve una convivencia armónica y el desarrollo de habilidades sociales como la empatía, la negociación y la comunicación efectiva. Esta interacción inter-edad es vital para el desarrollo de la autonomía en relación con otros, ya que aprenden a colaborar con perfiles diversos, preparándolos para dinámicas de trabajo más complejas en el futuro.
En un sistema por ciclos, los proyectos desafiantes y reales pueden ser diseñados para que estudiantes de cualquier año dentro del mismo ciclo colaboren. Esto permite que los desafíos sean más complejos y multifacéticos, ya que se pueden aprovechar las distintas perspectivas y niveles de madurez. Los estudiantes no se limitan a aprender contenidos aislados en un curso específico, sino que aplican sus habilidades de manera transversal en un contexto más amplio y dinámico. La obtención de créditos se basa en la aplicación práctica de estos conocimientos y habilidades en el marco de los proyectos, fomentando una comprensión más profunda y duradera. El mentor facilita esta integración, asegurándose de que cada estudiante, independientemente de su edad dentro del ciclo, encuentre su rol y contribuya significativamente al logro del equipo.
La organización en ciclos también permite una optimización de recursos humanos y materiales. Los docentes, ahora en su rol de mentores, pueden especializarse en el acompañamiento de las competencias y logros de un ciclo específico, desarrollando una experticia más profunda en las características y necesidades de los estudiantes de esa etapa. Además, se crea una mayor coherencia pedagógica y una visión holística del aprendizaje a lo largo de un período más extenso, evitando las rupturas abruptas entre grados. Esta continuidad facilita el seguimiento del progreso de los estudiantes y la identificación temprana de necesidades, permitiendo intervenciones más oportunas para asegurar su éxito en la obtención de créditos y en la culminación de su proyecto de vida.
La implementación de ciclos en nuestro Modelo ABL es una decisión estratégica que potencia la flexibilidad, la personalización, la colaboración inter-edad y el aprendizaje basado en proyectos, sentando las bases para una educación secundaria que realmente prepara a nuestros estudiantes para los desafíos del mundo actual y futuro.
En el corazón de nuestro innovador modelo educativo reside una filosofía clara: guiar a cada estudiante en un viaje de descubrimiento y consolidación, preparándolos no solo para los desafíos académicos y profesionales, sino para una vida plena y con propósito. Esta visión se materializa en la estructurada división de la educación secundaria en dos ciclos distintivos y complementarios: el Ciclo Básico y el Ciclo Superior u Orientado. Lejos de ser una mera segmentación administrativa, esta bipartición responde a una profunda comprensión de las etapas de desarrollo adolescente y las necesidades formativas esenciales para el siglo XXI.
El Ciclo Básico, diseñado para los primeros años de la educación secundaria, se concibe como un vasto laboratorio de exploración. Es un espacio deliberadamente abierto y multifacético donde los estudiantes son invitados a asomarse a la diversidad del conocimiento y a identificar sus intereses latentes.
En esta etapa, el énfasis no recae en la especialización temprana, sino en la construcción de una sólida base de conocimientos básicos fundamentales integrados. Materias como Música, Artes Visuales, Formación Ética y Ciudadana, Geografía, Seminario de Ciencias Sociales, Historia, Tecnología, Biología, Laboratorio de Ciencias Naturales, Físico Química y Taller de Economía y Administración se entrelazan a través de los proyectos interdisciplinarios. El propósito es doble: asegurar una alfabetización científica, humanística y artística integral, y, al mismo tiempo, exponer a los estudiantes a un amplio abanico de disciplinas.
Los proyectos en el Ciclo Básico funcionan como catalizadores de curiosidad. Son más amplios e interdisciplinares, permitiendo que los estudiantes aborden preguntas generadoras desde múltiples perspectivas y exploren las conexiones entre diversas áreas del saber. Los estudiantes desarrollan competencias clave como la resolución de situaciones problemáticas, la creatividad y la colaboración en equipo. Es aquí donde, a través de la práctica y la experimentación en espacios como el aula de tecnología o el aula de arte, comienzan a intuir qué áreas les apasionan, qué desafíos los motivan y dónde residen sus fortalezas, sin la presión de una decisión definitiva.
Un pilar fundamental en este ciclo es el rol del mentor. Su presencia es más fuerte y cercana en el Ciclo Básico. El mentor acompaña de manera activa la adaptación de los estudiantes a la dinámica de proyectos, promueve la integración y el trabajo en equipo, y es un referente clave para la resolución de dudas y la gestión de la autonomía incipiente. Este acompañamiento constante es crucial para que cada estudiante construya su identidad académica y personal de manera informada y consciente.
Tras esta fase exploratoria, el estudiante transita al Ciclo Superior u Orientado. Aquí, la dinámica cambia significativamente: este ciclo es el escenario para la consolidación de la vocación y la profundización en áreas específicas que resonaron con sus intereses y habilidades identificados previamente.
Los proyectos en el Ciclo Superior mantienen su rol central, pero adquieren una mayor intensidad y se vuelven más específicos del trayecto elegido. Por ejemplo, en un trayecto de Ciencias y Tecnología, un proyecto podría implicar el diseño de soluciones con cortadora y grabadora CNC o el uso avanzado del laboratorio, mientras que en Artes, el estudio multimedia para transmisión por streaming se convierte en una herramienta fundamental para la creación y difusión.
En este ciclo, el mentor sigue siendo una figura esencial, pero su rol se adapta a las nuevas necesidades. Su función principal es acompañar la elección de los estudiantes, brindando orientación en la decisión sobre la continuidad de los estudios superiores, explorando las diversas opciones universitarias y terciarias, y facilitando la inmersión en el mundo del trabajo. Los mentores actúan como puentes entre la vida académica y las oportunidades futuras, ayudando a los estudiantes a trazar su camino profesional con información, redes de contacto y estrategias de desarrollo.
La presencia continua de los espacios transversales como Comprensión Lectora y Lectoescritura, Razonamiento Matemático e Inglés garantiza que, incluso en la especialización, los estudiantes refuercen habilidades fundamentales que son transversales a todas las disciplinas y esenciales para cualquier vocación.
En síntesis, la división de nuestro modelo educativo en un Ciclo Básico de exploración y un Ciclo Superior de consolidación vocacional no es arbitraria. Es una decisión pedagógica estratégica que reconoce la evolución del estudiante adolescente, respeta sus tiempos de maduración y maximiza las oportunidades de desarrollo integral. Al brindar una base amplia y multidisciplinaria a través de proyectos amplios e interdisciplinares en los primeros años, y luego permitir una inmersión profunda y orientada a la vocación mediante proyectos más específicos e intensivos en los últimos, todo ello con el acompañamiento diferenciado del mentor en cada etapa, aseguramos que cada egresado no solo posea los conocimientos y habilidades necesarios, sino también la claridad de propósito y la pasión para trazar su propio camino en el futuro. Es un modelo diseñado para formar individuos curiosos, competentes y comprometidos con su desarrollo personal y con la sociedad.