En nuestro Modelo, el trabajo colaborativo es una habilidad del siglo XXI fundamental y un pilar central para la obtención de créditos y el desarrollo de competencias. Es natural que algunos estudiantes muestren reticencia o falta de atracción por el trabajo en equipo, ya sea por preferencias personales, experiencias previas negativas o dificultades en habi­lidades sociales. Abordar esta situación requiere un enfoque estratégico, paciente y siem­pre centrado en el bienestar y el crecimiento del estudiante.

Cómo deberíamos actuar ante estudiantes a los que no les gusta o atrae el trabajo en equipo:

  • Identificar las Causas Subyacentes: El primer paso para el mentor es comprender la raíz de la reticencia. No todos los estudiantes rechazan el trabajo en equipo por las mismas razones. Algunas causas comunes podrían ser:

    • Miedo al juicio o al conflicto: Temor a no estar a la altura, a ser criticado o a enfrentar desacuerdos.

    • Preferencias por el trabajo individual: Sentirse más eficientes o cómodos trabajando solos.

    • Experiencias negativas previas: Haber tenido malas experiencias con equi­pos disfuncionales o compañeros que no colaboraron.

    • Dificultades en habilidades sociales: Falta de herramientas para comunicar­se, negociar o resolver problemas en grupo.

    • Percepción de desequilibrio: Sentir que siempre terminan haciendo más tra­bajo que los demás ("parasitismo"). El mentor deberá tener conversaciones individuales y discretas para explorar estas percepciones.

  • Comenzar con Experiencias Colaborativas Pequeñas y Estructuradas: No se debe forzar a los estudiantes directamente a proyectos colaborativos grandes y comple­jos. Es preferible empezar con actividades de equipo cortas, con roles muy defini­dos y expectativas claras. Esto les permite experimentar el éxito en pequeña escala, construyendo confianza. El mentor puede diseñar tareas donde la interdependencia positiva sea evidente y la contribución de cada miembro sea indispensable.

  • Asignar Roles Claros y Rotativos: La ambigüedad en los roles es una fuente común de frustración. El mentor debe asegurarse de que cada miembro del equipo tenga una responsabilidad específica y valorada. Además, es útil rotar los roles en diferen­tes proyectos para que cada estudiante experimente diversas funciones (líder, orga­nizador, investigador, presentador, etc.), lo que puede revelar talentos ocultos y au­mentar la apreciación por las contribuciones de los demás. Esto ayuda a desarrollar su autonomía en relación con otros.

  • Fomentar la Interdependencia Positiva: El mentor debe diseñar tareas donde el éxi­to individual dependa del éxito del grupo. Esto significa que ningún estudiante pue­de completar la tarea solo o sin la contribución de los demás. Por ejemplo, dividir la información clave de un proyecto de manera que cada miembro posea una parte esencial. Esto impulsa la comunicación efectiva y la necesidad de colaboración.

  • Enseñar Habilidades Colaborativas Explícitamente: A veces, a los estudiantes no les "gusta" el trabajo en equipo porque no saben cómo hacerlo bien. El mentor debe enseñar y modelar activamente habilidades sociales como la escucha activa, la for­mulación de críticas constructivas, la negociación, la empatía y la resolución de conflictos. Se pueden usar ejercicios específicos o sesiones después de cada acti­vidad de equipo para reflexionar sobre la dinámica del grupo.

  • Monitoreo Activo y Retroalimentación Continua del Mentor: El mentor debe obser­var de cerca las dinámicas de los equipos, interviniendo cuando sea necesario para mediar en conflictos, aclarar roles o reencauzar el trabajo. La retroalimentación debe ser constante y constructiva, no solo sobre el resultado del proyecto, sino también sobre el proceso colaborativo en sí mismo. Esto ayuda a los estudiantes a reconocer sus avances en la obtención de créditos relacionados con habilidades colaborativas.

  • Celebrar los Éxitos Colaborativos: Es crucial reconocer y celebrar públicamente los logros de los equipos, destacando no solo el producto final, sino también cómo la colaboración llevó al éxito. Esto refuerza el valor del trabajo en equipo y puede mo­tivar a los estudiantes más reticentes.

  • Flexibilidad en la Formación de Equipos: En algunos casos, permitir que los estu­diantes expresen sus preferencias para trabajar con ciertos compañeros puede ser un buen punto de partida, especialmente al inicio. A medida que desarrollan más habilidades sociales, el mentor puede introducir equipos más diversos, siempre buscando el equilibrio entre afinidad y heterogeneidad para optimizar el aprendiza­je.

Abordar la reticencia al trabajo en equipo es una oportunidad para fortalecer una compe­tencia vital. Con un mentor presente, estratégico y enfocado en el crecimiento del estu­diante, incluso aquellos que inicialmente no disfrutan la colaboración pueden descubrir su valor y desarrollar las habilidades necesarias para el éxito en el ABL y en su proyecto de vida.

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